Prólogo
El presente escrito es la recopilación de una serie de mensajes sobre la familia dados en nuestra comunidad. Como tal refleja las imperfecciones que surgen de una adaptación del mensaje hablado al escrito.
De cualquier manera no es material original. Reconoce la inspiración y en algunos casos transcripción parafraseada de quienes me precedieron con su enseñanza y fueron fuente de inspiración y ejemplo para la formación de mi propia familia.
En la definición de los temas he seguido los lineamientos de un pequeño librito, “Dios quiere restaurar la familia” de Orville Swindoll, mi pastor y amigo desde hace más de 30 años, con aportes específicos de “La familia cristiana” de Larry Christenson y la influencia siempre presente de “La crianza de los hijos” de Keith Bentson.
Todos estos libros describen con mayor amplitud y gracia los temas aquí descriptos. Quizás algunos miren con recelo alguno de los temas tratados, especialmente el que se refiere a la disciplina corporal. Sin embargo, creo necesario resaltar que mientras que la sociedad moderna contempla horrorizada que los padres apliquen la varita en las nalgas de sus hijos, poco y nada se dice de la verdadera violencia a que son sometidos cotidianamente desde los medios de difusión, los conflictos de pareja, o el estado emocional de quienes tienen la responsabilidad de educarlos.
El propósito de estas líneas es mostrar que en la Palabra de Dios tenemos los elementos para poder restaurar a nuestras familias. El futuro de nuestros hijos y de nuestra nación depende de que volvamos con toda humildad a estas enseñanzas.
Restauración y propósito
Malaquías 4:5 “Miren ustedes: Voy a enviarles al profeta Elías, antes que llegue el día del Señor, que será un día grande y terrible. 6(3.24)Y él hará que padres e hijos se reconcilien. De lo contrario vendré y castigaré su país, destruyéndolo por completo.”
Luc. 1: 17 "Este Juan irá delante del Señor, con el espíritu y el poder del profeta Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y para que los rebeldes aprendan a obedecer. De este modo preparará al pueblo para recibir al Señor".
Existen dos razones fundamentales por las que Dios está interesado en restaurar la familia:
- Para que la nación no sea destruida.
Nadie pone hoy en duda que la desintegración de la familia es la causa principal de los males sociales que nos aquejan.
La delincuencia, la droga y el alcohol, la promiscuidad sexual, la violencia y el delito en todas sus formas reconocen su origen en la falta de un marco familiar de contención.
Al no existir ese marco, no se pueden aprender y desarrollar normas mínimas de convivencia. Cuando no existe dentro de una familia respeto, delicadeza, honestidad y buen trato con la esposa, los padres o los hijos ¿Cómo podremos esperar que fuera del hogar se proceda de otra forma?
Y cuando en una nación se ha borrado la memoria de la buena familia, esa nación está condenada a la destrucción.
- Para preparar un pueblo bien dispuesto para Dios.
Si no tenemos familias restauradas, no estamos formando pueblo de Dios, pueblo que viva con gusto haciendo su voluntad.
Nadie puede desarrollar una vida plena en el Señor, con buena disposición mientras no se disponga a resolver seriamente todos sus conflictos familiares, en la medida que dependan de él o ella.
¿Qué constituye una familia?
Básicamente, un matrimonio y sus hijos. Esto es a su vez la célula básica para formar un pueblo, el pueblo de Dios. La Iglesia no se forma en base a individuos, sino a familias y todos sin exclusión, somos parte de una familia.
Existen por lo menos 3 razones por las cuales podemos afirmar que la Iglesia es en esencia un conjunto de familias:
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No puede haber iglesia estable, pujante, fuerte y vital si no cuenta con familias que reúnan estas cualidades. Ninguna iglesia puede perdurar sobre una base individual.
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Una familia estable, feliz y atractiva constituye el mejor medio para comunicar la gracia y la verdad de Dios al mundo.
No hay método de evangelización más eficaz que una buena familia.
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La mejor herencia que podemos dejar a la nación y a la iglesia son hijos bien orientados, que a su vez establezcan hogares sólidos.
No hay libros, mensajes, escuela dominical o actividad que pueda reemplazar a la orientación familiar.
Pero formar familias sanas lleva tiempo y nosotros queremos resultados ahora.
El peor enemigo a enfrentar es la impaciencia. Que Dios diga que quiere hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, significa que los padres deben sencillamente disponerse a tener tiempo y paciencia con sus hijos.
Si no nos dedicamos seriamente a restaurar nuestras familias y a orientar a otras en el Señor, la mayor parte de nuestro trabajo será en vano.
Pasos hacia la restauración
Orientar la vida en familia según los principios planteados en la palabra de Dios.
¿Que áreas deben tratarse? Las principales:
Hoy día tenemos muchas herramientas para tratar sobre estos temas: la psicología, los cursos de autoayuda, los consejeros profesionales.
Nuestra orientación, más allá de la capacitación profesional disponible, tiene que fundamentarse en la Palabra de Dios. Y apegarse a su enseñanza requiere valor y fe.
Criar bien una familia no es cuestión de suerte: requiere fe y obediencia a la Palabra y el resultado es la bendición de Dios.
En la obediencia encontraremos la bendición.Para ello debemos admitir expresamente que ninguna enseñanza es superior a la Palabra para formar una familia.
Parte de esa enseñanza incluye lo que podemos aprender de quienes nos precedieron con honor en la tarea de formar una familia, criar hijos, edificar el matrimonio. Como alternativa, gran parte de la literatura moderna trata de ofrecer soluciones mejoradas de la Palabra de Dios que solo nos sumen en mayor confusión.
La médula de la enseñanza de la Palabra sobre la familia se resume en los siguientes principios:
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Ef. 5:25 “Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia.”
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Ef. 5: 33 “.... que la esposa respete al esposo...”- 1 Pedro 3:7 “...coherederas de la gracia ...”(RV 60)
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Ef. 6:1- 3 ”Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;3para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (RV 60)
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Ef. 6:4 “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.”(RV 60)
Vivir la vida en familia con propósito.
No podemos vivir sin proyectarnos hacia el futuro. Nuestra vida tiene que tener propósito y sentido tanto ahora como en los años por venir.
Para los que están casados debe quedar claro que la relación más permanente no es la que se da entre padres e hijos sino entre marido y mujer.
¿Cómo será nuestra vida cuando los hijos se independicen, cuando algunos de ellos ya no estén más en casa? ¿En que ocuparemos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestros recursos?.
Descubrir desde el comienzo que Dios nos ha concedido vivir en familia para algo más que nuestro gozo personal, nos abre las puertas a una vida plena hasta el fin de nuestros días, cumpliendo la voluntad de Dios.
El propósito de Dios para la familia es que esta sea el mejor medio de evangelización para un mundo en confusión.
“Una familia bien formada constituye el mejor púlpito para dar a conocer al mundo nuestra fe.” (O. Swindoll)
Por eso es que en nuestras comunidades dedicamos especial atención a los hombres, pues si ellos como cabezas de familias están bien orientados, toda la familia será útil a los propósitos de Dios.
Comunicar una palabra de redención a las víctimas de la destrucción familiar.
Hoy asistimos a una destrucción sistematizada de las familias a través de los males que han invadido la sociedad:
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Divorcio.
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Relaciones prematrimoniales.
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Noviazgos prematuros.
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Violencia física y psicológica.
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Promiscuidad y uso indebido de la sexualidad.
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Incomunicación.
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Pérdida o confusión de roles.
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Desorden financiero.
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Aborto e hijos no deseados.
Algunos ya han pagado un precio muy alto por faltas propias o ajenas. ¿Queda para ellos alguna esperanza?
La respuesta es afirmativa y en lo que depende de nosotros absolutamente concreta. Debemos:
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Amarlos.
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Orientarlos con la verdad
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Inducirlos a la fe.
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Conducirles a una vida íntegra mediante la obediencia a la luz, el arrepentimiento, la confesión y la restitución.
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Enseñarles el camino a la restauración adoptando las normas establecidas por Dios para ordenar sus vidas y la de sus familias.
En lo que dependa de ellos, deberán decidirse a optar por el Señor , cambiar su forma de pensar para que cambie definitivamente su forma de vivir. (Rom. 12:2)
Nuestra tarea como Iglesia es acompañarles pastoralmente en este lento pero seguro proceso de verdadera transformación.
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